Cuando tenemos una caries, un diente roto o cualquier otro problema dental similar, la solución pasa en muchos de los casos por la colocación de un empaste. O un implante en los casos más serios. La resina, la porcelana y el composite son los materiales más utilizados en la actualidad. Pero hubo un tiempo en que el oro, símbolo de poder y de clase alta, era el componente más popular entre los dentistas. De ahí viene la expresión “diente de oro”.
Muchos tenemos en la memoria la imagen de alguno de nuestros abuelos, tíos o, en general, personas muy mayores con alguna pieza dental dorada en la boca. Entonces, la pregunta que nos hacemos es:
¿Por qué cayó en desuso el oro para implantes y empastes?
En principio puede ser difícil de entender, ya que el oro tiene ventajas evidentes. Por ejemplo, que es muy resistente a los cambios de temperatura, no produce alergias y no se oxida.
Pero, por otra parte, son muchos los motivos que explican por qué este metal se ha ido dejando de lado en la odontología. Podemos destacar:
- El coste. Es un material muy caro, lo que implicaba precios muy elevados de los tratamientos.
- El proceso de implante de una pieza dental de oro es mucho más complejo y tedioso para el odontólogo, lo que supone mucho tiempo en consulta para el paciente.
A nivel estético, el diente de oro no se considera a día de hoy tendencia, ni está incluido en los cánones actuales de lo que se considera glamour.
Aunque, como todo, hay excepciones. Como la moda de los Grillz (de muy dudoso gusto) que tuvo éxito en los años 80 y 90, y que en la actualidad ha tenido un revival gracias a artistas como Madonna o Beyoncé.
Además del cuestionable gusto estético de esta tendencia, hay que fijarse en algo más importante: la salud bucal. Los protectores grizlls pueden rayar el esmalte de los dientes y provocar la aparición de bacterias. Lo que a medio y largo plazo puede derivar en caries o gingivitis.
El consejo de IGB Dental: ni dientes de oro, plata o bronce. Ni glamour, ni moda ni postureo. Simplemente salud.